Descalcificadores: ¿son la solución a los problemas de la piel?

Los descalcificadores se presentan a menudo como sistemas beneficiosos para la salud de la piel y el cabello. Hay quienes los recomiendan para solucionar  problemas de irritación, picores y sequedad en la piel.

Esta idea tan extendida atribuye a la cal numerosos efectos negativos sobre nuestro cuerpo. Sin embargo,  en muchos casos el verdadero problema es la presencia de un elemento químico mucho más perjudicial: el cloro. Por esta razón, instalar un descalcificador para atacar este tipo de problemas no siempre es la solución acertada.

Para encontrar la solución mejor adaptada a cada problema, es importante entender el papel que desempeña  el cloro en el tratamiento de agua  y los riesgos que implica. A continuación contestamos a algunas de las  preguntas más frecuentes.

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¿Qué es el cloro?

El cloro es un elemento químico muy extendido como desinfectante en el sector del tratamiento de agua.

El proceso de cloración consiste en añadir cloro al agua para desinfectarla y asegurar unas condiciones higiénicas óptimas. Es el método de desinfección y potabilización de agua más utilizado por su bajo coste, fácil aplicación e inocuidad, siempre y cuando se utilice en las dosis recomendadas.

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¿Qué efectos tiene el cloro en el agua?

El cloro tiene dos importantes efectos al entrar en contacto con el agua:

– Efecto bactericida: el cloro elimina las bacterias y organismos patógenos que pueden proliferar en el agua,  así como las algas y los hongos.

– Efecto remanente: una parte del cloro permanece activa tras un tiempo determinado de contacto con el agua. A esta cantidad se le denomina cloro residual y es necesaria porque continúa desinfectando el agua hasta su llegada a los puntos de consumo, como grifos y duchas.

Si el cloro residual es insuficiente, el agua puede acumular bacterias y otros microorganismos.

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¿Existen riesgos sanitarios?

El cloro se considera un elemento muy tóxico porque al entrar en contacto con el agua reacciona con la materia orgánica, pudiendo dar lugar a compuestos químicos volátiles, también denominados subproductos de desinfección (SPD).

La exposición a estos compuestos potencialmente cancerígenos se puede producir por diversas vías: ingesta, absorción cutánea o inhalación.

El cloro puede irritar la piel y los ojos, y afecta especialmente al sistema respiratorio cuando se inhalan pequeñas cantidades durante cortos periodos de tiempo.

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¿Debo eliminar el cloro en mi instalación?

Eliminar el cloro por completo en nuestras instalaciones es una práctica muy peligrosa y totalmente desaconsejable porque nos deja desprotegidos frente a la proliferación de virus y bacterias.

Cuando se elimina el cloro se favorece la acumulación de materia orgánica creándose una capa denominada biofilm. Esta capa está compuesta por microorganismos y es causante de más de la mitad de las infecciones bacterianas.

Por otro lado, también desaparece el efecto remanente del cloro; es decir, su poder de desinfección del agua durante todo el recorrido hasta los puntos de consumo.

Por esta razón no se deben realizar modificaciones químicas en la entrada general de agua de las instalaciones.

Los consumidores son los responsables del mantenimiento de sus instalaciones, desde la acometida hasta el grifo. Esta responsabilidad queda reflejada en el  Real Decreto 140/2003, por el que se establecen los criterios sanitarios de la calidad del agua de consumo humano.

Por la misma razón,  tampoco es recomendable instalar sistemas descalcificadores que modifiquen la composición natural del agua, por ejemplo, intercambiando el calcio por grandes cantidades de sodio.

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¿Cuáles son las instalaciones de riesgo?

En determinadas circunstancias el riesgo de infección del agua aumenta:

  • En viviendas que permanecen deshabitadas durante varios días, en las que el agua no clorada se encuentra estancada en ciertos tramos de la red.
  • En casos de instalaciones con conducciones antiguas, se pueden añadir trazas de algún metal pesado al agua filtrada (mercurio, plomo, cadmio, arsénico, etc.), puesto que recorre un largo tramo de cañerías desde el filtro hasta los puntos de consumo.
  • Cuando la presencia de cloro se combina con agua muy dura, los riesgos se agravan. Las incrustaciones calcáreas y la corrosión favorecen la formación de una biocapa donde pueden proliferar bacterias como la Legionela. Además estas incrustaciones reducen la efectividad de los biocidas y actúan como aislante térmico, por lo que se consume más energía a la hora de calentar el agua.

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¿Y si tengo un depósito de acumulación?

En una instalación con depósito de acumulación los gases disueltos en el agua se evaporan progresivamente, entre ellos el cloro.

En verano la temperatura del agua fría asciende hasta los 20-30ºC, por lo que la evaporación del cloro se intensifica y es necesario añadir mayores cantidades para mantener los niveles óptimos de desinfección del agua.

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¿Hay alternativas para tratar el  cloro?

Podemos encontrar en el mercado sistemas de tratamiento de agua comercializados como equipos multifunción que combinan filtración, descalcificación y desinfección.

Unos de los más extendidos emplean filtros de carbón activo para eliminar el cloro del agua y conseguir así un sabor y un olor más agradables.

Se desaconsejan estos sistemas porque se instalan  en la acometida general del agua de la vivienda y  eliminan el cloro antes de que penetre en las instalaciones.

Pero existen sistemas alternativos que eliminan el cloro y los metales pesados, como los  filtros KDF  (Kinetic Degradation Fluxion).

Se trata de un medio filtrante granulado basado en una aleación de cobre y zinc que reduce los contaminantes del agua.

Estos filtros tienen efectos antibacterianos, alguicidas y fungicidas. Su ventaja consiste en que se pueden instalar en puntos de agua concretos, por ejemplo en la duchaevitando de esta forma la modificación completa de la calidad del agua en toda la instalación.

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